5 comportamientos muy alemanes difíciles de asimilar
Por Karina Ausecha Penagos
Uno de los retos que uno tiene como expatriado es aprender a asimilar las diferencias culturales. Si bien no es fácil, es allí, en lo diferente, donde está el sabor y la sustancia, de vivir en otro país. Los alemanes son de admirar en muchos aspectos, como por ejemplo, su orden, planeación y puntualidad. Por eso creo que si algún día regreso a Colombia, me será difícil volver a la dinámica del “más tardecito” o del “allí vamos viendo”. Pero por otro lado, los alemanes también comparten, por lo general, algunos comportamientos y costumbres, que a veces me resultan difíciles de asimilar. Cuestión de tiempo dicen. Por ahora les comparto algunas diferencias entre la cultura alemana y la cultura colombiana que he detectado.
La crítica sin anestesia:
Los alemanes por lo general van al grano y no le dan 20 vueltas al asunto que desean tratar. Tampoco buscan las mejores palabras o diminutivos para no herir susceptibilidades, una costumbre muy colombiana. Por eso, a la hora de hacer una crítica, pueden ser rompecorazones. Este efecto se genera, además, por el tono de voz, que suele ser enérgico, por la misma sonoridad del alemán.
En Alemania me enteré que los latinos en general, tenemos fama de delicados y que el uso de diminutivos, es propio de nuestra cultura. Quizás por eso, ante alguna crítica podemos sentirnos lastimados. Confieso que aún paso saliva cuando alguna persona me habla de frente, sin adornos porque algo que hice no le gustó.
No están GRITANDO:
Si quiere empezar una discusión con un alemán prepare sus argumentos. Los necesitará, porque por lo general, van en profundidad y son vehementes en el tema a tratar. Insisto, no quiere decir que estén bravos, usualmente, hablan de forma enérgica porque es su forma de expresar lo que piensan. Y sí, algunos tienen una costumbre bastante incómoda, de interrumpirse mientras hablan.
Algunas veces cuando la discusión se centra en temas espinosos como política o migración, prefiero pasar inadvertida, porque como suele pasar, cada quien tiene su opinión y llegar a un acuerdo resulta imposible.
Hablar de “usted”:
Una de las cosas que uno aprende cuando toma un curso de alemán es que a quien no se conoce se trata de usted (Sie) y por el apellido, nunca por el nombre, a menos que el otro lo admita. A los maestros por ejemplo no se les dice “profe” como acostumbramos en Colombia, sino “Herr” (señor) o “Frau” (señora) y el apellido. Es una forma de mantener la distancia a través del lenguaje, pero también por respeto.
La misma regla aplica para tratar a los jefes, clientes o personas, con las que no existe una relación cercana. Entre amigos la cosa cambia y está permitido romper ese hielo. Lo cierto es que toma tiempo, pasar de ser un simple conocido a ser catalogado como un amigo.
“Schnell schnell”:
¿Quiere ver a un alemán desesperado? Solo basta que el tren o el tranvía se demore unos cuantos minutos en el itenerario programado para ver sus caras de malestar. O cuando deben esperar en la fila para pagar en un supermercado, porque alguien toma demasiado tiempo empacando su mercado.
Los alemanes se impacientan cuando se trata de tiempo, quizás porque está muy asociado a la productividad en el trabajo, pero también a la organización y planeación que intentan hacer con cada segundo de tiempo.
Y para adquirir cualquier servicio hay que solicitar una cita, generalmente con semanas o hasta meses de anticipación. Hasta para encontrarse con amigos, es usual programar citas, para que la salida no altere el calendario de actividades.
Aún me cuesta trabajo, ceñirme a ese andar del tiempo cronometrado, quizás porque en Colombia somos un poco más libres en ese sentido, a veces demasiado.
Sin mucho “toque toque”
Los alemanes tienen fama de fríos y distantes. No suelen sonreírle a todo el mundo sin razón y mantienen su distancia. Pero donde radica la diferencia con la cultura colombiana, es que mientras nosotros somos abiertos ante el primer contacto, los alemanes se toman su tiempo para conocer al otro. A veces es difícil entender que no se trata de rechazo, sino de ese espacio que ellos necesitan y que no es accesible a todos.
Respetar ese espacio significa no “tocar” demasiado al otro, una costumbre que tenemos algunos colombianos de buscar la cercanía, de palmear al otro, de besar la mejilla cuando nos saludamos o nos despedimos. Aún me pasa, se me olvida que no debo buscar el beso al saludar o palmear cuando digo un chiste, que por cierto, pocas veces se entiende.
“Karina Ausecha Penagos: periodista colombiana y blogger en www.alotroladodelcharco.com: una guía para estudiar, trabajar, viajar y disfrutar del día a día como inmigrante en Alemania”.
Este texto fue traducido o revisado por Blasco Traducciones en Frankfurt – http://www.blasco-traducciones.com/
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